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La hidratación correcta no es una moda, es fisiología aplicada. La EFSA establece ingestas adecuadas de agua de 2,0 L/día en mujeres y 2,5 L/día en hombres (bebidas; los alimentos aportan alrededor de un 20 %). En niños, las necesidades aumentan con la edad: desde ~1,1–1,2 L/día en el segundo año de vida hasta ~1,9–2,1 L/día en 9–13 años (niñas/niños). Mantener estos volúmenes ayuda a preservar la osmolaridad y la función celular cotidiana. Cuando no se alcanza, el coste es real: incluso pérdidas hídricas leves (~1–2 % del peso) deterioran la atención y la memoria; en clínica, elevar la ingesta reduce a la mitad las infecciones urinarias recurrentes en mujeres con bajo consumo basal (12 meses de seguimiento) y disminuir la recidiva de litiasis cuando el volumen urinario supera ~2 L/día. Hidratarse con la cantidad adecuada previene problemas y mejora funciones que importan en la vida diaria.

La segunda pieza es la calidad. La Directiva (UE) 2020/2184 y el Real Decreto 3/2023 aseguran potabilidad, un mínimo legal imprescindible. Pero beber más es más fácil cuando el agua de casa genera confianza y apetece. La ósmosis inversa en punto de uso, conforme a UNE 149101, ofrece una barrera amplia frente a sales no deseadas, nitrato, arsénico, subproductos del cloro y sustancias emergentes como los PFAS, a la vez que mejora el perfil sensorial. El resultado práctico es claro: agua limpia y ligera que invita a beber, favoreciendo la adherencia a los volúmenes recomendados.

Conviene aclarar un aspecto: tras ósmosis, el agua queda muy baja en minerales. Es un signo de pureza, no una carencia que obligue a sobrecargarla con calcio o magnesio. Salvo en equipos diseñados específicamente, lo razonable es una remineralización ligera para ajustar pH y sabor y aportar estabilidad, sin sustituir la función de la dieta. Este enfoque devuelve un perfil organoléptico nítido que facilita beber más y mejor. Ampliamos este punto en Remineralización del agua: un mito que debemos aclarar.

Sobre esa base —cantidad y calidad— algunas personas buscan un plus funcional. El hidrógeno molecular (H₂), incorporado al agua mediante tecnologías avanzadas, se investiga como antioxidante selectivo con resultados favorables en marcadores de estrés oxidativo, percepción de fatiga y recuperación, especialmente cuando se emplea de forma intermitente y sobre agua previamente purificada. No sustituye a la hidratación correcta ni a la purificación; se apoya en ellas. Por eso, el orden importa: primero beber suficiente, después asegurar pureza y sabor, y finalmente, si se desea, incorporar H₂ como valor añadido que muchos usuarios perciben. Más información en Agua hidrogenada: ciencia y salud.

En casa, la estrategia es sencilla y medible: establecer una meta diaria de ingesta acorde a la edad y al sexo; transformar el agua de red con ósmosis inversa certificada para convertir lo potable en saludable; ajustar lo necesario para un pH y un sabor agradables; y, si se busca un extra, añadir hidrógeno. Beber más y beber mejor son dos caras de la misma decisión de bienestar.

Preguntas frecuentes

¿Cuánta agua se recomienda al día? EFSA indica 2,0 L para mujeres y 2,5 L para hombres (bebidas). En niños, las cifras varían por edad y crecimiento.

¿Por qué ósmosis inversa? Porque reduce de forma consistente sales no deseadas, nitrato, metales y PFAS, y mejora el sabor, facilitando beber más.

¿Hay que remineralizar en exceso? No. Lo prioritario es un ajuste ligero de pH y sabor; el aporte mineral principal procede de la dieta.

¿Qué aporta el hidrógeno? Un plus funcional con evidencia emergente en fatiga y estrés oxidativo cuando se añade sobre una base de agua pura.

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Bibliografía esencial

  • EFSA. Dietary Reference Values for water (tablas por edad y sexo).
  • Hooton TM et al. JAMA Intern Med 2018: aumento de ~1,5 L/día reduce recurrencias de ITU.
  • Borghi L et al. J Urol 1996: mayor volumen urinario ↓ recidiva de litiasis.
  • OMS / EPA: guías sobre nitrato, arsénico y PFAS; eficacia de OI en punto de uso.
  • Revisiones 2023–2025 sobre agua rica en H₂: efecto en fatiga y estrés oxidativo.