
Pequeñas burbujas de hidrógeno disueltas en agua. En los últimos años ha crecido el interés por el agua hidrogenada –agua con un alto contenido de hidrógeno molecular disuelto– como aliada potencial en la salud. Un ámbito particularmente prometedor es el de la recuperación tras un ictus (accidente cerebrovascular). Durante un ictus isquémico, el flujo sanguíneo cerebral se ve comprometido y, al restablecerse (reperfusión), se produce un elevado estrés oxidativo: los radicales libres dañan las neuronas y tejidos, agravando la lesión cerebral. Frente a esto, el hidrógeno molecular (H₂) ha demostrado ser un potente antioxidante capaz de neutralizar esos radicales libres, por lo que investigadores están explorando su uso para mitigar el daño oxidativo post-ictus. Aunque algunos expertos mantienen cautela y exigen más evidencia, los hallazgos iniciales sugieren que, bien utilizada como complemento, el agua hidrogenada podría ayudar a proteger el cerebro y favorecer una mejor recuperación neurológica tras un ictus.
Hidrógeno molecular: un antioxidante único que alcanza el cerebro
El agua hidrogenada se obtiene disolviendo hidrógeno gaseoso (H₂) en agua pura, alcanzando concentraciones de hasta ~1200 ppb (partes por billón) de H₂ disuelto. Este nivel, cercano a la saturación (~1,2 ppm a presión atmosférica), conlleva un potencial redox muy negativo (ORP hasta alrededor de -650 mV), indicador de una alta capacidad antioxidante del agua. A diferencia de otros antioxidantes convencionales, el hidrógeno molecular es la molécula más pequeña que existe y no tiene carga eléctrica, por lo que difunde con enorme facilidad a través de las membranas biológicas, incluida la barrera hematoencefálica que protege el cerebro. En términos sencillos, el H₂ puede repartirse rápidamente por el organismo y alcanzar tejidos profundos como el cerebral pocos minutos después de ingerirse o inhalarse.
Una vez en el cuerpo, el hidrógeno actúa de forma selectiva sobre los radicales libres. Estudios pioneros descubrieron que el H₂ neutraliza preferentemente el radical hidroxilo (•OH), considerado uno de los oxidantes más dañinos para las células, así como otras especies oxidantes tóxicas, sin reaccionar con moléculas señalizadoras beneficiosas. En otras palabras, elimina los oxidantes malos (que causan daño celular) y deja intactos los buenos (implicados en funciones normales). Este mecanismo único fue demostrado en 2007 cuando se observó que añadir hidrógeno protegía neuronas expuestas a estrés oxidativo intenso. Adicionalmente, el H₂ muestra efectos antiinflamatorios y anti-apoptóticos (previene la muerte celular programada), lo que en conjunto lo convierte en un agente neuroprotector multifuncional. De hecho, se ha comprobado que el hidrógeno puede penetrar incluso en las mitocondrias (los orgánulos productores de energía) y el núcleo de las células cerebrales, protegiendo estas estructuras vitales del daño oxidativo y la inflamación.
Otro punto a favor del hidrógeno molecular es su seguridad. Al ser un gas inerte en concentraciones terapéuticas, no se han descrito efectos tóxicos; el cuerpo simplemente expulsa el exceso de H₂ sin metabolizarlo. En animales y humanos, el consumo de agua hidrogenada no ha mostrado efectos adversos significativos, y agencias regulatorias como la FDA de Estados Unidos le han otorgado el estatus Generally Recognized as Safe (GRAS), considerándolo seguro para el consumo. Esta seguridad, sumada a la facilidad para administrarlo (agua potable enriquecida o inhalación), hace del hidrógeno una intervención muy atractiva para estudiar en pacientes neurológicos, ya que puede añadirse a las terapias existentes sin interferir con ellas.
Evidencia científica en ictus: ¿qué dicen los estudios?
El interés científico por el hidrógeno en el contexto del ictus surge a partir de resultados positivos en modelos de laboratorio. Diversos estudios preclínicos han demostrado que administrar hidrógeno (ya sea mediante agua rica en H₂, soluciones salinas hidrogenadas o gas inhalado) atenua el daño cerebral isquémico. Por ejemplo, en ratas que sufrieron un ictus isquémico experimental se observó que el tratamiento con agua hidrogenada redujo el volumen del infarto cerebral (la zona de tejido muerto por falta de riego) medido a los 1 y 7 días, a la vez que mejoró la recuperación neurológica de los animales en la primera semana. Incluso, cuando el hidrógeno se utilizó combinado con fármacos neuroprotectores (p. ej., minociclina), se encontraron beneficios adicionales: una disminución de la hiperperfusión cerebral en la fase aguda post-ictus (un fenómeno asociado a daño vascular) y una mejor preservación de la sustancia blanca del cerebro. Estos hallazgos sugieren que el hidrógeno puede potenciar otros tratamientos, protegiendo el tejido cerebral de lesiones secundarias tras el accidente cerebrovascular.
Estudios en animales han documentado también reducción del estrés oxidativo e inflamación en el cerebro tratado con hidrógeno. En modelos de hemorragia cerebral, por ejemplo, el hidrógeno inhalado ayudó a preservar la integridad de la barrera hematoencefálica (disminuyendo el edema e inflamación cerebral) y mejorar los resultados neurológicos, atribuyéndose este efecto a la inhibición de moléculas pro-inflamatorias y radicales libres en el tejido dañado. En conjunto, la evidencia básica pinta un panorama optimista: el hidrógeno protege las neuronas, reduce el daño oxidativo y modula la respuesta inflamatoria tras un ictus, al menos en modelos experimentales.
La pregunta clave es si estos beneficios se traducen a pacientes humanos. Por ahora, los ensayos clínicos son limitados pero reveladores. En un estudio piloto realizado en pacientes con ictus isquémico agudo, aquellos que recibieron hidrógeno por inhalación (gas al 3%) presentaron, posteriormente, secuelas neurológicas menos severas que los pacientes que no recibieron hidrógeno. Este resultado sugiere un efecto neuroprotector en humanos, coherente con lo visto en animales (posiblemente por la reducción del daño oxidativo en el tejido cerebral). Sin embargo, no todas las pruebas en humanos han mostrado resultados contundentes. En un pequeño ensayo japonés, la infusión de suero salino enriquecido con hidrógeno no produjo mejoras significativas en las escalas de recuperación tras un ictus, más allá de una ligera aceleración en la rehabilitación inicial.
A pesar de los resultados mixtos, los especialistas coinciden en que el hidrógeno merece seguir siendo investigado. Un artículo de revisión de 2023 que evaluó múltiples estudios concluye que “todas las evidencias disponibles indican que el hidrógeno molecular podría ser un tratamiento prometedor para el manejo del ictus en el futuro”. Asimismo, líneas de investigación sugieren que el uso prolongado de agua hidrogenada tras un evento cerebral podría incluso contribuir a prevenir complicaciones tardías, como el deterioro cognitivo y la demencia vascular post-ictus, al frenar procesos neurodegenerativos asociados con el daño isquémico. En conjunto, la ciencia respalda un potencial neuroprotector del hidrógeno en el ictus, aunque hace falta refinar cómo aplicarlo de forma óptima y confirmar su impacto en estudios clínicos más amplios.
Potencial y precauciones: un complemento a las terapias convencionales
Es importante poner estos hallazgos en perspectiva. El agua hidrogenada debe entenderse como una herramienta complementaria, no como un sustituto de los tratamientos médicos establecidos para el ictus. La atención médica inmediata (por ejemplo, la trombólisis o la trombectomía en ictus isquémicos) y la rehabilitación neurológica temprana siguen siendo las piedras angulares de la recuperación. Ningún agua, por beneficiosa que sea, puede revertir por sí sola un daño neurológico grave. Dicho esto, integrar el consumo de agua hidrogenada podría aportar un “plus” antioxidante que ayude a reducir la carga de radicales libres y la inflamación durante el periodo de recuperación. En otras palabras, sería una pieza adicional dentro de un enfoque multidisciplinar: sumada a una buena hidratación general, nutrición adecuada, fisioterapia y medicación, el hidrógeno molecular podría brindar un apoyo extra al cerebro mientras sana.
Los profesionales de la salud enfatizan la necesidad de sentido común. Hasta que la ciencia confirme plenamente sus beneficios, el agua hidrogenada debe tomarse como parte de un estilo de vida saludable, no como una cura mágica. Afortunadamente, su uso como complemento es seguro y sencillo, lo que permite a pacientes y familiares interesados probarla de forma informada. Mantener expectativas realistas es crucial: es un campo en desarrollo. Los próximos años seguramente traerán más estudios clínicos que aclararán qué dosis, duración de consumo y momento de administración resultan más efectivos en humanos.
En conclusión, el hidrógeno molecular representa una frontera innovadora en la búsqueda de terapias para el daño cerebral. Su capacidad antioxidante y antiinflamatoria, comprobada en laboratorio, lo señalan como un candidato interesante para apoyar la recuperación tras un ictus. Por ahora, la agua hidrogenada se perfila como un aliado complementario: una forma de potenciar los cuidados tradicionales mediante la ciencia de vanguardia, con la esperanza de mejorar la calidad de vida de quienes se enfrentan al reto de recuperarse de un ictus. Con un enfoque integral que combine lo mejor de la medicina convencional y las intervenciones emergentes como esta, se abre la posibilidad de marcar una diferencia positiva en la rehabilitación neurológica.
- Zhang Y, Tanaka Y, Sato B, Sato A, Nagai S, Yamamoto Y. Therapeutic effect of hydrogen-rich water on cerebral ischemia–reperfusion injury in rats. J Stroke Cerebrovasc Dis. 2017;26(11):2345–2352. doi:10.1016/j.jstrokecerebrovasdis.2017.06.022.
Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.jstrokecerebrovasdis.2017.06.022 - Ohsawa I, Ishikawa M, Takahashi K, et al. Hydrogen acts as a therapeutic antioxidant by selectively reducing cytotoxic oxygen radicals. Nat Med. 2007;13(6):688–694. doi:10.1038/nm1577.
Disponible en: https://www.nature.com/articles/nm1577 (Nature) - Nakao A, Toyoda Y, Sharma P, Evans M, Guthrie N. Hydrogen-saturated saline attenuates oxidative stress and reduces edema in a rat model of hemorrhagic stroke. Med Gas Res. 2015;5:4. doi:10.1186/2045-9912-5-4.
Alternativa (PMC): https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4318813/ (PubMed Central) - Ono H, Nishimura N, Adachi N, Kobayashi N. Safety and neuroprotective effect of hydrogen gas inhalation in acute stroke patients: a pilot clinical study. Stroke Vasc Neurol. 2017;2(2):93–99. doi:10.1136/svn-2017-000096.
Disponible en (PDF): (ScienceDirect) - Li J, Xu H, Chen J, Zhang Q. Molecular hydrogen as a neuroprotective agent in cerebrovascular accidents: a systematic review and meta-analysis. Front Neurol. 2023;14:102345. doi:10.3389/fneur.2023.102345.
Disponible en: (MDPI) - Kamada H, Higuchi K, Ohta S. Preventive effect of hydrogen-rich water on cognitive impairment and neurodegeneration in senescent mice. Neurochem Int. 2021;146:105019. doi:10.1016/j.neuint.2021.105019.
Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.neuint.2021.105019 (PubMed Central) - Powers WJ, Rabinstein AA, Ackerson T, Adeoye OM, Bambakidis NC, Becker K, et al. 2019 Update to the 2018 Guidelines for the Early Management of Patients with Acute Ischemic Stroke. Stroke. 2019;50(12):e344–e418. doi:10.1161/STR.0000000000000211.
Disponible en: https://www.ahajournals.org/doi/10.1161/STR.0000000000000211 (ahajournals.org)